Cultura de la democracia y educación superior
Desde la Atenas clásica se nos enseñó que las virtudes cívicas son condición esencial para la supervivencia de la democracia. En la modernidad, pensadores como Rousseau advirtieron que los sistemas democráticos no se sostienen por inercia, sino a través de un proyecto educativo que permita la transición de la sociedad natural a la sociedad política. Nuestra Constitución lo recoge con claridad: el Estado debe promover una política educativa que difunda los valores necesarios para la vida democrática.
En este marco, las universidades juegan un papel irremplazable. La etapa universitaria coincide con el inicio de la ciudadanía plena: jóvenes que adquieren derechos y obligaciones, y que empiezan a ejercer un juicio político y social sobre su entorno. Es, entonces, el espacio idóneo para arraigar valores democráticos y fomentar el compromiso cívico. Sin embargo, lo que se ha hecho hasta ahora resulta insuficiente.
La educación superior en México ha priorizado, en muchos casos, la formación profesional orientada al mercado laboral, relegando la formación cívica. Pero, ¿qué se ha hecho para combatir la polarización, la intolerancia o la falta de diálogo? Muy poco. Prevalecen bajos niveles de cultura de la legalidad, desapego hacia las instituciones y un individualismo que debilita el tejido social. La democracia no se hereda: se aprende, se cultiva y se practica.
Por ello, las universidades tenemos la corresponsabilidad de formar no solo profesionistas competentes, sino ciudadanos activos, críticos e intransigentes frente a la impunidad. Ciudadanos que rechacen prácticas autoritarias, que asuman un rol protagónico en la vida pública y que participen en la transformación de su entorno.
En otros países se han dado pasos firmes en este sentido: Francia con su programa de “Educación cívica, legal y social” desde 1999, Alemania con “Aprender y vivir la democracia” desde 2006, e Inglaterra con “Educación para la ciudadanía” desde 2002. En América del Norte, iniciativas como el service learning o los colleges with a conscience han vinculado el aprendizaje académico con la responsabilidad social.
En México, los esfuerzos han sido limitados. Desde la Benemérita Universidad Autónoma de Chiapas, estamos trabajando en la construcción de una Cátedra sobre “Cultura de la Democracia” como propuesta para la ANUIES. Creemos que es urgente incorporar contenidos curriculares que vinculen a las y los estudiantes con su comunidad, más allá del servicio social, y que fomenten el diálogo abierto, la participación en diagnósticos colectivos y la construcción de proyectos de impacto social.
Este reto exige también una política pública nacional que articule a las universidades, reconociendo que el desarrollo democrático es inseparable del quehacer educativo. No se trata de añadir asignaturas aisladas, sino de promover prácticas permanentes que hagan de la universidad un laboratorio de ciudadanía.
La democracia necesita ciudadanos formados en la reflexión, la inclusión y el compromiso. Ese es el llamado de nuestra época y, desde la UNACH, asumimos esta responsabilidad con la convicción de que fortalecer la cultura democrática es no solo un ideal académico, sino una necesidad vital para el presente y el futuro de nuestras sociedades.
Dr. Oswaldo Chacón Rojas
Rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Chiapas
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