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“Universidad y Salud Pública en las Américas”

“Universidad y Salud Pública en las Américas”.

 

Armando Ulloa García1; Ángel René Estrada Arevalo2; Celso Ramos García3.

 

1Facultad de Ciencias Químicas*, Universidad Autónoma de Chiapas. Tapachula, Chiapas, México. 

2Escuela Sistemas Alimentarios. Universidad Autónoma de Chiapas. Tapachula, Chiapas, México.

3Instituto Nacional de Salud Pública Centro de Investigación sobre Enfermedades Infecciosas, Cuernavaca, Morelos, México.

*autor de correspondencia

Resumen.

En este manuscrito, el lector encontrará una detallada evolución de la Salud Pública en los países de América, particularmente en las Instituciones de Educación Superior (IES). Así mismo, se describe la creación de las Unidades de Formación de Profesionales de la salud pública, en varios países, empero, también se hace referencia a la participación de las instituciones que ofrecen servicios de salud individual y colectiva en la región.

Con el afán de caracterizar la evolución de la formación de profesionales de la salud pública en la región, seguirá sin duda, un empeño similar en la investigación y extensión. En el manuscrito, los autores abordan someramente estas dos funciones al describir la creación del Instituto Nacional de Salud Pública en México y al referirse a la creación de la escuela de Higiene y Salud Pública en el estado de Sao Paulo, Brasil. Un elemento que quizá ayude a la profundización de la descripción de la evolución de la salud pública en la formación de profesionales, la investigación y la extensión, será caracterizar los marcos de referencia sociales y políticos en que se crearon estas instituciones de salud pública en la región.

La llegada del siglo XXI, sin duda alguna ofrece una oportunidad para esclarecer la interrelación entre grupos de actores sociales: las Universidades, el sector salud, y la salud de la población. América Latina se enfrenta a un complejo estado de salud de la población caracterizado por enfermedades reemergentes y emergentes a lo que se puede caracterizar como rezago sanitario, si se agregan, los importantes núcleos de población sin acceso a servicios de salud, con oportunidad, seguridad y calidad. 

Los autores, sin expresarlo, nos plantean la siguiente pregunta ¿Qué hacer en el marco de las IES y de las instituciones públicas responsables de ofrecer servicios individuales y colectivos de salud para contribuir a dar respuesta a la compleja situación de salud de América?

La Universidad y la Salud Pública en las Américas

 

Existen antecedentes, que sugieren que los inicios de la Salud Pública en las Américas, tiene una clara vinculación con Universidades Públicas, ya que dentro de estos espacios académicos se formularon programas de capacitación tales como cursos básicos, diplomados y posgrados. Seguido de la creación de escuelas e institutos, como la Universidad de Johns Hopkins en Baltimore, en 1916, seguida de la Facultad de Medicina y Cirugía de Sao Paulo, la cual en el año de 1924 fue reconocida oficialmente por el gobierno de Brasil como Instituto de Higiene, y en 1931 como Escuela de Higiene y Salud Pública del Estado de Sáo Paulo, todas estas bajo la asistencia financiera de la Fundación Rockefeller.

En América del Norte, particularmente en México, en enero de 1922 se aprobó la fundación de la Escuela de Salubridad, dentro del denominado “proyecto nacionalista” encabezado por el titular de la Secretaría de Educación Pública, José Vasconcelos. Al final de esa década se le denominó Escuela de Salubridad e Higiene y se instaló en el edificio sede del recién creado Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales (ISET), construido en la calle de Carpio, en el número 470.38. Allí se fundaron laboratorios y una biblioteca, y se imprimieron algunas lecciones de los profesores como textos de consulta. 

 

Cinco años antes de la fundación del INSP, en 1982, el doctor Guillermo Soberón fue designado como secretario de Salubridad y Asistencia. En el año de 1983, como parte de la llamada Reforma Sanitaria de segunda generación, se estableció la Comisión Coordinadora de los Institutos Nacionales de Salud como un subsector de la Secretaría de Salud, agrupando a los Institutos Nacionales de Salud (INSALUD) de ese momento como los responsables de la investigación. especializada en problemas relevantes de la salud del país. En enero de 1987, se crea el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), resultado de la fusión de tres instituciones ya existentes, entre las que destacan: la Escuela de Salud Pública de México, el Centro de Investigación en Salud Pública; y el Centro de Investigación en Enfermedades Infecciosas. 

 

En el caso de Cuba, cuenta con una amplia trayectoria en Salud Pública, vinculada con las contribuciones de Carlos Finlay que esclarecieron la epidemiología de la fiebre amarilla a fines del siglo pasado. El Instituto que lleva su nombre fue fundado en 1927, con el propósito de ofrecer cursos para preparar médicos en salud pública, enfermeros especializados y oficiales de salud. Sólo después del triunfo de la revolución en 1959, la rápida expansión de los servicios de salud exigió el adiestramiento masivo de personal a todos los niveles y entre 1959 y 1967 el Ministerio de Salud, con la colaboración de la Escuela Sanitaria.

 

En Puerto Rico, la Escuela de Medicina Tropical fue creada por la Asamblea Legislativa de este país, en junio de 1924, con la influencia del Dr. Bailey K. Ashford, médico militar norteamericano que descubrió a comienzos del siglo pasado el Necator americanus, agente etiológico de la anquilostomiasis. En 1955 la escuela ofertó el curso de Maestría en Salud Pública, hasta convertirse en un departamento de medicina preventiva, dentro del recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, con todas las características funcionales de una escuela de salud pública. 

 

En la República de Chile, la creación de la Escuela de Salubridad fue el fruto de la asociación de la Universidad de Chile, el Servicio Nacional de Salubridad, el Instituto Bacteriológico y la Fundación Rockefeller en 1945. Con su creación se deseaba “dar a conocer los fundamentos científicos de la práctica sanitaria, estudiar los problemas nacionales relacionados con la prevención de enfermedades y el fomento de la salud”. En el mismo año, como parte de un movimiento de reforma universitaria, desapareció el concepto de "Escuela de Salubridad" para dar paso a una concepción integral bajo la denominación de "Departamento de Salud Pública y Medicina Social", dependiente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.   

 

En lo que corresponde a Venezuela en 1911, la Oficina de Sanidad Nacional y la Primera Ley de Sanidad Nacional, decretaron la ayuda por parte de la Fundación Rockeffeler, para combatir la Fiebre Amarilla, lo que junto a la lucha antimalárica representó un incremento en la esperanza de vida de las personas. Seguido a este evento, en 1936 se creó el Ministerio de Sanidad y asistencia. El surgimiento de esta organización sanitaria con médicos becados por el gobierno norteamericano se produce el controlar diversas epidemias, fundamentalmente Tuberculosis y Malaria. De ahí, se crea la Escuela de Malariología y de Higiene en 1937 y la fundación de las escuelas de Enfermería y Servicio Social en 1940, mientras que la Escuela de Salud Pública, en diciembre de 1958. 

 

En los años 30´, Perú contaba con el Instituto de Medicina Social, la Facultad de Ciencias Médicas de Lima y la Escuela de Médicos Sanitarios. Con estas dos instituciones en 1937, el Gobierno promulgó la Ley 8493, bajo la cual se declara carrera pública a la función técnica sanitaria desempeñada por profesionales de la medicina e ingeniería sanitaria, siendo esta Escuela el centro superior para la preparación especializada de los futuros médicos sanitarios. 

 

En Argentina, la Universidad Nacional del Litoral conformó en 1947 una escuela de salud pública con profesorado de tiempo completo, ubicada en Santa Fe, hasta 1952 cuando se trasladó a la Ciudad de Rosario. La experiencia recogida y el impacto a través de sus egresados llevaron a la fundación de las dos escuelas que se establecieron en la Buenos Aires, una dependiente de la Universidad y la otra del Ministerio de Salud Pública.  Ambas coexistieron en un clima de dificultades e incluso de cierta rivalidad hasta 1962 cuando se fusionaron bajo la dependencia de la Universidad de Buenos Aires y en estrecha colaboración con la Secretaría de Estado de Salud Pública. 

 

De lo anterior se narra que en las décadas del 50 y 60 se establecieron, en forma regular, las Escuelas de La Habana, San Juan de Puerto Rico, Caracas, Medellín, Lima, Buenos Aires y Río de Janeiro. Cuatro de estas escuelas han adquirido carácter internacional por la admisión de alumnos extranjeros: Sao Paulo, Río de Janeiro, Santiago y San Juan de Puerto Rico, las cuales, en conjunto, adiestraron en el quinquenio 1964-68, 90% de un total de 696 estudiantes procedentes de otros países, en su mayoría becarios de la OPS. Las escuelas de creación más reciente (Buenos Aires, Caracas, Lima y Medellín) también comenzaron a recibir alumnos extranjeros en proporción creciente. Es difícil medir el impacto que estas escuelas han producido en el pensamiento y la acción de las autoridades de salud de América Latina. En 1968, mientras en Latinoamérica se graduaron 1.579 estudiantes de las diversas categorías en un conjunto de nueve escuelas (excluido Puerto Rico), 17 escuelas de los Estados Unidos y Canadá graduaron 44 estudiantes. Las cifras demuestran elocuentemente el desplazamiento masivo de estudiantes latinoamericanos a las escuelas de su propio medio y la grave responsabilidad que recae sobre ellas en cuanto a la formación de personal de salud para el continente. Más aún si se considera que de los 44 graduados en Estados Unidos y Canadá, 25 son de Puerto Rico, escuela donde se imparte enseñanza en español y la cual por su naturaleza y cultura encuadra dentro de las escuelas latinoamericanas. 

Las Universidades y el Fortalecimiento de la Salud Pública.

En las Universidades, una de sus normativas es el Modelo Educativo, en el que formulan las principales funciones sustantivas, entre las que se destacan la Docencia, Investigación y Extensión. En cuanto a la docencia: En la práctica, los espacios en la que se ofertaron programas de pregrado y posgrado en Ciencias de la Salud, tuvieron un rol muy importante en la formación y capacitación de recursos humanos en áreas de la epidemiología, administración de salud, atención primaria de la salud, promoción de la salud y otras áreas que se puedan insertar en la mejora de la salud de las comunidades, con un enfoque de responsabilidad social universitaria. 

En cuanto a la función de la Investigación. La formación de Redes de Investigación en Políticas y Sistemas de Salud interinstitucional, nacionales e internacionales, fueron pilares de la investigación.  Estas redes jugaron un papel importante en la gestión del conocimiento en la Salud Pública, un ejemplo de ello es el modelo de la red colombiana de investigación. Mientras que en la función de Extensión. Se resalta el papel de la extensión Universitaria como una importante función social y un proceso formativo integrador de los vínculos Universidad-Sociedad; o sea, entre las diversas formas de la cultura universitaria y su entorno comunitario, regional, nacional e internacional. Su desarrollo continuo, es vital en la formación de una sociedad preparada para asimilar los diferentes escenarios y vivir a la altura de su época, contribuyendo a transformarla, por lo que la misma tiene desafíos muy importantes en la contemporaneidad. 

Para el logro de lo antes expuesto, es necesario que las universidades tengan acceso a tecnologías de vanguardia, que incluyan laboratorios, equipos médicos, y sistemas de información que son fundamentales para el monitoreo, la gestión, el diagnóstico y tratamiento de enfermedades.

Retos futuros de las Universidades y la Salud Pública.

Las enfermedades infecciosas desatendidas, crónicas degenerativas, enfermedades zoonóticas (gripe aviar H5N1), y síndrome respiratorio agudo grave (SAR-COVID19, son algunos ejemplos de enfermedades emergentes y reemergentes, que se han presentado en forma epidémica y/o pandémicas. Ante este escenario, es importante que las universidades deben de estar preparadas para responder a las emergencias sanitarias, conjuntamente con el Sistema de Salud Regional o Federal.  Así, mismo deben promover la equidad y acceso a la Salud de la comunidad, a través de programas de atención y promoción de la salud. Por otra parte, es necesario incorporar recursos humanos para atender eficazmente los problemas de salud. Finalmente, es importante que las universidades signen convenios para fortalecer los programas de desarrollo científico, promoción de actividades de formación, educación continua, actualización profesional y estudios de posgrado.

Es importante resaltar que, en Latinoamérica, a partir de la década de los 80, según datos de la OPS, se produjo un deterioro creciente de la práctica médica hegemónica en pertinencia social y calidad técnica, sobre todo en el sector público, como muestra fehaciente la falta de inequidad en la atención médica.

En resumen, las Universidades deben estar preparadas para enfrentar estos retos futuros mediante la innovación, la colaboración interdisciplinaria, el uso de tecnología avanzada, el enfoque en la equidad y la sostenibilidad, y el fortalecimiento de la educación y la investigación en Salud Pública.

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