Martha Patricia Castañeda Salgado, directora académica de la Coordinación para la Igualdad de Género en la UNAM.
Cada 8 de marzo, las universidades alzan la voz para reafirmar su compromiso con la igualdad de género, pero el verdadero reto no está en los discursos, sino en las acciones. La realidad nos muestra que aún falta mucho para construir una educación libre de violencia y con equidad real. No basta con protocolos y declaraciones, es necesario que estos se apliquen de manera efectiva y sin simulaciones, destacó la Directora Académica de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM, Martha Patricia Castañeda Salgado.
En la Jornada 8M: Por los derechos de las niñas y las mujeres, organizada por la UNACH, se puso sobre la mesa la urgencia de erradicar la violencia de género, pero también se habló de algo fundamental: esta violencia no se limita al acoso o al hostigamiento sexual. La violencia en las universidades también es académica, epistémica y estructural, y es necesario reconocerla para poder combatirla.
Durante su conferencia magistral, la Dra. Martha Patricia Castañeda Salgado hizo un llamado claro: los protocolos actuales son insuficientes. Aunque han sido un avance, se han centrado en atender casos específicos de acoso y hostigamiento sexual, dejando de lado otras formas de violencia que también afectan gravemente a la comunidad universitaria.
Un ejemplo es la violencia académica, que sigue siendo una realidad cotidiana. La descalificación de las estudiantes mujeres, la falta de reconocimiento de sus aportes y la idea de que los hombres tienen mayor relevancia en la academia perpetúan estructuras patriarcales dentro de las universidades. No se trata solo de cambiar normas, sino de transformar la cultura institucional desde sus bases.
En su participación, el rector Oswaldo Chacón Rojas fue contundente al afirmar que en la UNACH no habrá impunidad en casos de violencia de género. En su discurso, dejó claro que, aunque los agresores sean amigos, colegas o conocidos, las sanciones se aplicarán conforme a la ley. Este compromiso es clave, pero debe ir acompañado de una implementación efectiva y sin excepciones.
Al respecto y como parte de estas medidas, se anunció la creación de un Comité de Cero Tolerancia y un Consejo de Feministas Notables. Son pasos importantes, pero el verdadero reto es que estas iniciativas no se queden en el papel. La simulación no tiene cabida en una lucha tan urgente como esta. La comunidad universitaria necesita ver resultados concretos, no solo buenas intenciones.
Otro punto fundamental es el vínculo entre la academia y los movimientos feministas. Como señaló la Dra. Castañeda Salgado, ambos sectores se necesitan mutuamente. Las demandas de las activistas han sido clave para que la academia genere conocimiento sobre la violencia de género, y al mismo tiempo, los estudios académicos fortalecen las luchas feministas con datos y análisis que respaldan sus exigencias.
Pero la violencia de género en las universidades no es la única problemática. También existe violencia epistémica, especialmente contra estudiantes indígenas, cuyos conocimientos son descalificados como supersticiones en lugar de ser reconocidos como saberes legítimos. Esta exclusión académica es otra forma de discriminación que debe erradicarse.
Al finalizar, Martha Patricia Castañeda Salgado agregó que es importante crear verdaderos espacios de equidad, integrando la perspectiva de género en todos sus ámbitos: desde la gestión institucional hasta los planes de estudio, pasando por los procesos de ingreso, permanencia y egreso. No basta con protocolos de atención, se necesitan políticas de prevención que transformen la cultura universitaria.
La UNACH ha dado un paso importante con la iniciativa de creación del Comité de Cero Tolerancia, pero la comunidad universitaria debe estar atenta para que este compromiso se traduzca en acciones reales. La lucha por la igualdad no es solo cuestión de discursos ni de eventos conmemorativos, sino de decisiones firmes que transformen la institución desde sus cimientos. No se trata de aparentar, sino de actuar. La simulación no es opción cuando lo que está en juego es la vida y el derecho de las mujeres y las niñas a vivir sin violencia.
Texto y fotos: María del Carmen Nucamendi Estrada