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El reto del acceso a la tecnología en la niñez y adolescencia: Entre el aprendizaje y el riesgo

El acceso a las tecnologías de la información y comunicación (TIC) en la niñez y adolescencia es un fenómeno que ha transformado la forma en que aprendemos, nos comunicamos e interactuamos con el mundo. Sin embargo, esta apertura también trae consigo riesgos y desafíos que exigen una orientación responsable por parte de madres, padres y docentes.

 

Según el informe “Niños en un mundo digital” de UNICEF (2017), el acceso temprano a internet ofrece horizontes amplios de conocimiento e interacción, con un 42% de niños y niñas que lo usan para aprender de forma autónoma. No obstante, entre el 23% y el 32% de los menores manifiestan preocupación por la violencia, la discriminación y el contenido inapropiado que circula en la red, lo que subraya la necesidad de una guía adecuada.

En este contexto, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (2018) sugiere una gradualidad en el acceso a la tecnología: antes de los seis años, evitar los videojuegos debido al sedentarismo y sobrepeso que pueden provocar; entre los seis y nueve años, permitir el uso de dispositivos sin conexión a internet; y antes de los 13 años, habilitar la conexión a internet, pero sin acceso a redes sociales. Estas recomendaciones buscan prevenir riesgos digitales y fomentar una relación madura con las TIC.

 

El entorno educativo también juega un papel crucial en esta dinámica. En México, los programas escolares incluyen tareas y consultas en línea desde la educación básica, lo que fomenta el desarrollo de habilidades digitales. Sin embargo, esta práctica también expone a los estudiantes a la sobreinformación y la falta de curaduría de contenidos, generando una brecha entre el avance tecnológico de los menores y la capacidad de supervisión de las personas adultas.

 

Para enfrentar estos desafíos, es fundamental promover un uso responsable de la tecnología en casa. Esto implica aprender a bloquear páginas riesgosas, revisar historiales de navegación, dialogar sobre los peligros en línea y fomentar la confianza familiar. Además, es importante observar el comportamiento de las y los adolescentes, identificar cambios de actitud y establecer acuerdos claros sobre el uso de internet.

 

La supervisión adecuada puede prevenir situaciones como el insomnio, la irritabilidad y la ansiedad asociadas al uso excesivo de dispositivos móviles, problemas señalados por estudios como el de Figueroa-Duarte y Campbell-Araujo (2020). En este sentido, la colaboración entre familias y escuelas es clave para educar en el uso seguro y provechoso de las TIC.

 

El reto, entonces, no es restringir el acceso a la tecnología, sino guiar su uso de manera responsable. La educación en casa y en el aula debe adaptarse a los cambios del mundo digital, promoviendo un equilibrio entre el aprendizaje, la recreación y la protección de la niñez y adolescencia. Solo así lograremos formar ciudadanos digitales conscientes y críticos, preparados para enfrentar los desafíos de una sociedad interconectada.

 

Basado en un texto de: Martín Gerardo Martínez Valdez y Katia Martínez Valdez

 

 

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