En un contexto donde las desigualdades y las violencias estructurales siguen marcando la vida de millones de personas, la academia enfrenta un dilema ineludible: ¿es posible mantener una postura neutral ante las injusticias sociales? Para la Dra. Aída Hernández Castillo, profesora investigadora titular del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), la respuesta es clara: el conocimiento debe ser una herramienta de transformación.
Bajo esta premisa, la Facultad de Ciencias Sociales de San Cristóbal de Las Casas de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) se convirtió en el escenario de una profunda reflexión sobre el papel de la antropología feminista en la construcción de sociedades más justas. Durante la conferencia magistral Antropología feminista e investigación activista, la Dra. Hernández Castillo no solo compartió su experiencia de más de cuatro décadas en la intersección entre academia y activismo, sino que también hizo un llamado a las universidades, en particular a la UNACH, a asumir un papel más comprometido con la realidad social.
Para la investigadora, la antropología feminista no es solo un marco teórico, sino una propuesta metodológica, ética y política que desafía las estructuras de poder y busca incidir en la vida de las comunidades. Su intervención fue contundente: la academia no puede seguir siendo un espacio de producción de conocimiento descontextualizado, alejado de las problemáticas que afectan a los sectores más vulnerables. En este sentido, urge un replanteamiento profundo de la educación superior, donde la enseñanza y la investigación sean entendidas como un acto de compromiso con la justicia social.
Uno de los ejes centrales de su ponencia fue la necesidad de descolonizar los planes de estudio. La Dra. Hernández Castillo subrayó que las universidades mexicanas continúan dependiendo de teorías y enfoques desarrollados en el norte global, sin reconocer el valor del conocimiento producido por comunidades indígenas y sectores históricamente marginados. Incorporar estas perspectivas no solo enriquecería la formación de los estudiantes, sino que también contribuiría a la construcción de una academia más inclusiva y pertinente para la realidad latinoamericana.
El compromiso universitario, sin embargo, no puede limitarse a cambios curriculares. La investigadora enfatizó la importancia de que las instituciones de educación superior asuman un rol activo en la defensa de los derechos humanos. En este sentido, recordó el papel que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha desempeñado en el acompañamiento de casos de feminicidio y violencia de género, no solo desde el ámbito legal, sino también mediante pronunciamientos públicos y acciones institucionales concretas. Su mensaje para la UNACH fue claro: es momento de que la universidad asuma su responsabilidad en la protección de su comunidad y en la generación de estrategias efectivas contra la violencia.
Más allá de un ejercicio académico, la conferencia de la Dra. Hernández Castillo representó un llamado urgente a repensar el papel de la universidad en la sociedad. En tiempos de crisis, la academia no puede ser un espacio de mera observación; debe ser un agente de cambio, un puente entre el conocimiento y la acción, un territorio donde la justicia y la equidad sean principios fundamentales. La UNACH tiene la oportunidad de consolidarse como una universidad comprometida con la transformación social. Para ello, es necesario que sus docentes, estudiantes e investigadores asuman el reto de construir un conocimiento que no solo explique la realidad, sino que también ayude a transformarla.
TEXTO: María del Carmen Nucamendi Estrada
FOTOS: Luis Fabián Marín Madrigal